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ESPAÑOLES QUEMADOS

YA ME ES IGUAL...

 

 

 

                                                                                             

 

Mientras fui funcionario, durante la dictadura y la democracia, tuve que adaptarme a lo políticamente correcto y actuar en consecuencia. Ni pude expresar en público que estaba hasta las narices del régimen, ni mi virtual y democrática libertad de expresión me permitió manifestar mi aversión hacia mis jefes. O tu lenguaje y temática eran políticamente correctos, o ya sabías lo que te jugabas. Ahora, cuando ya la parca me puede visitar en cualquier momento, me es igual casi todo y abandono el correccional en el que estamos viviendo.

1.- ¿Que no diga que estoy en contra de la existencia de las Autonomías?

Pues sí lo digo, ¿qué pasa? Sólo hay que repasar la historia de España para saber las consecuencias de la fiebre estatutaria y cantonalista. Hoy la fiebre es síntoma de una grave infección. Una cosa es una razonable descentralización, algo como en Francia, y otra convertir el país en un inmenso y extendido pesebre autonómico. Y como alguien dijo en su día: Una autonomía resulta demasiado grande para atender a lo pequeño y demasiado pequeña para lo grande y caro. Todos recordamos cuando nos referíamos a nuestro pueblo, nuestra provincia, como la patria chica. ¿De qué se habla hoy? De la patria vasca, de la patria catalana, y nada de chica, sino que se desea y quiere Grande y Libre.

2.- ¿Que no diga que estoy a favor de la pena de muerte?

Pues sí lo digo, ¿qué pasa? Mi argumento es el siguiente: Todos, al nacer, portamos una dignidad de origen, pertenecemos al género humano. La cuestión es si ejercemos como tales. ¿A cuántos terroristas y asesinos despiadados se les aplica el calificativo de inhumanos? Para mí está claro que quienes de forma libre y voluntaria renuncian a su condición de humanos se convierten en bestias, por mucha apariencia humana que tengan. Y ya se sabe lo que se hace con las bestias sanguinarias. ¿Que me estoy pasando? Vale, vale; pero por lo menos que se les encierre por el resto de sus vidas. 

Y es que vivimos, a mi parecer, en el planeta de la hipocresía. Considero una forma de aplicar la pena de muerte, por acción u omisión, cuando los que mandan en las gentes y en la riqueza ven cómo mueren de hambre y enfermedades miles de criaturas en el mundo, mientras rechazan la pena de muerte en abstracto y gastan millones en armamento. Y no hace falta firmar sentencias en un papel. Por otra parte, ningún país rompe relaciones diplomáticas con otro en el que se aplica la pena de muerte. ¡El gran teatro del mundo! Recuerdo, hace ya años, oír por la radio a un personaje famoso a quien le preguntaron si era partidario o no de la pena de muerte. Contestó: "No, por Dios, en contra. Bueno..., salvo si asesinan a mi mujer y a mis dos hijos". Pues eso.

3.- ¿Que no odie a nadie, y menos a quien o quienes digan los que mandan?

Pues lo siento, pero sí que siento odios. Ya me resulta difícil conciliar libertad de expresión con la manifestación de un sentimiento, siempre, claro, que no incite a convertirlo en violencia. Y aquí entra en escena de nuevo la hipocresía y lo que hoy se llama justicia. ¿Recuerdan ustedes al concejal de Madrid, Carlos Sánchez Mato?: “El Jesús de Nazaret de esta gentuza de #YoVoyaMisa”. No hace falta adivinar lo que pasaría si ese calificativo dirigido a un numeroso grupo social de carácter religioso, un cristiano lo hubiera lanzado a otros grupos minoritarios (no digo nombres).

Frases y pintadas que rezuman odio hacia una ideología religiosa como la católica, e incitan a la violencia crematoria, tienen tratamiento distinto a las dirigidas a otras ideologías. Quien no quiera verlo que no lo vea. Al final la libertad de expresión no resulta un derecho fundamental, sino una concesión de los que mandan o juzgan. La justicia ya no se puede representar con los ojos tapados, que bien demostrado está.

El catedrático de Derecho Penal, Sr. Portilla, comentando el nuevo art. 510 del Código Penal, dice que “sorprende que aquellos que se indignan ante los asesinatos de los redactores de la revista Charli Hebdo, llegando a identificarse con las caricaturas realizadas en nombre de la libertad de expresión, sean los mismos que tipifican una incitación al odio que privaría de libertad a los autores de tales viñetas”.

Pues lo siento, pero sí que siento odios. Odio la injusticia, la indecencia y la corrupción de buena parte de los políticos; odio a mi vecino que pone la tele a todo volumen a la una de la madrugada… (Me dice un familiar que borre lo de “odio” y escriba “siento aversión”, que sólo supone evitar la proximidad o el contacto de lo que se aborrece). Vale; pero por no andar perdiendo tiempo, que quede así. 

Hasta otro día.

Juanma

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